sábado, 28 de abril de 2012
miércoles, 11 de abril de 2012
Los restos fósiles
La Intendencia de Soriano inauguró una nueva sala en el Museo Alejandro Berro, instalado en el Castillo Mauá, donde se expone el caparazón de *gliptodonte que fuera hallado en marzo de 2010, cerca de Sacachispas, en una estancia a 60 kilómetros de Mercedes.
* Los gliptodontes son mamíferos acorazados emparentados con las "mulitas o armadillos" actuales, que se extinguieron hacia fines del período Cuaternario hace unos 10.000 años. Estos animales poseían una coraza rígida, es decir, sin las bandas móviles que caracterizan a las mulitas y se calcula que pesaban alrededor de 2 toneladas.
INVESTIGACIÓN PALEONTOLOGICA EN URUGUAY
Bien sabemos que nuestro legado histórico es parte neural de nuestra cultura, ya sean estos materiales o no, ciertamente y por diversas razones tendemos a centrar el foco en determinados elementos patrimoniales a los cuales nos sentimos mas allegados, son motivo de nuestro orgullo aquellas cosas que nos representan y nos dan una identidad social. A manera ilustrativa pensemos en la celebración del Día del Patrimonio, en donde es hermoso tomar nuevamente contacto con aquello que hemos sido, aquello que nos ha marcado como sociedad, el acerbo patrimonial indígena es muy popular; familias observando nuestras antiguas maneras expresadas ahora a través de herramientas líticas y utensillos variados que se hemos conservado con un profundo sentimiento de identidad traducido en la popular frase “garra charrúa”, refiriéndonos a la pujanza guerrera de nuestros antecesores. Otros en cambio se identifican con símbolos a veces disímiles que formaron parte de la noche de nuestra sociedad estado. Pero sea cual fuere el elemento patrimonial al cual nos podamos sentir mas afectos, el patrimonio en su integridad es de todos y todos debemos velar por él. Si bien contamos con entes gubernamentales dedicados a ello, consideramos que aún falta. Difícil empresa es proteger la integridad que nos representa, por tanto, y remitiendo nuevamente a nosotros como ciudadanos, no debemos limitarnos a la “tranquilidad” de que todo patrimonio es fieramente defendido y protegido, pues no es así.
La Paleontología nacional comenzó desde un sentimiento pasional por parte de pioneros que dieron cuenta de que TENEMOS una historia que contar y proteger. Mencionando desde nuestra mas profunda humildad pero nuestro mayor orgullo, personas como el Doctor Bautista Rebuffo y el Profesor Armando Calcaterra, estos grandes visionarios comenzaron a sembrar una disciplina desde su propia pasión, que extendieron en forma ardua pero con el convencimiento de que estaban haciendo lo correcto para con nuestra ciencia y cultura; a esto le llamamos un sentido ético-patrimonial. Sin contar con el equipamiento e información de la cual los investigadores actuales disponen, dedicaban tenazmente largas jornadas de extracción, determinación, clasificación y un estudio permanente de textos en su mayoría (sino todos) del extranjero. Aunque lo fundamental fue su legado no solo en material científico, sino en SER verdaderos ejemplos a seguir, pues dedicaron prácticamente su vida a la preservación y difusión de una parte de nuestro pasado muchas veces, paradójicamente olvidado.
En los tiempos actuales somos muchos los que defendemos ese sentido ético-patrimonial, pero lamentablemente aun existen aquellos que no.
No es poco frecuente que alguna persona observe una pieza paleontológica y pregunte “¿cuánto vale?”, partiendo de esa base podríamos perfectamente preguntarnos “¿cuánto vale ser uruguayo?” o “¿cuánto vale ser científico?”; sin lugar a dudas, es una pregunta paralógica, es decir, el caer en un sinsentido tan grande como cuestionarse “¿por que es día y no de noche?”.
Aún así, para colmo de males existe gente dedicada a tasar lo invaluable, y por ende a buscar rédito económico.
Por otra parte están aquellos individuos que sin buscar necesariamente ganancias de lo que nos pertenece a todos, obran sin escrúpulo alguno. Y es aquí en donde pretendemos generar una cierta conciencia. Han y siguen habiendo casos de lo que denominamos “predación”, es decir, que muchas veces frente a una pieza paleontológica, algunas personas se dejan llevar por el estímulo propio de la novedad sin tomar los recaudos pertinentes al caso. Esto puede deberse a dos causas, quien no conoce (y por eso insistimos en esto) que es lo que acaba de encontrar, y quien CONOCIENDO (el peor de los casos), actúa sin dar aviso a las autoridades de los ministerios departamentales o museos e inclusive sin dar aviso a nadie por la falsa idea de que eso que encontró puede dividirse en números o ser motivo de elogios a su persona.
Los resultados de estas actividades nos afectan a todos, pues contamos con profesionales muy capacitados a los cuales nos debemos en el sentido de que ellos tienen el conocimiento, la pasión y el sentido ético-profesional para dar el mejor futuro a tal o cual hallazgo, y a su vez, ellos mismos son los que a nos devuelven a nosotros como sociedad el conocimiento sobre esa determinada pieza de la cual todos tendríamos que sentirnos orgullosos.
Por ende, nosotros, investigadores aficionados, debemos tener esa conciencia similar a la ética profesional; nos referimos entonces a una ética del patrimonio, dando cuenta de este como un bien invaluable de todos nosotros.
Para terminar, queremos dejar una triste anécdota. Hace un tiempo, en un río del interior de nuestro país, un pescador observo dos “cuernos” sobresalir del agua, al acercarse esos cuernos le llamaron la atención y le resultaron atractivos; tomo su remo, destrozó lo que imposibilitaba sacar esos cuernos tan extraños, y una vez con ellos en su haber se retiro.
Resulta que no eran “cuernos raros”, se trataba de los colmillos de un Mastodonte (pariente prehistórico de los actuales elefantes), y eso que obstruía su fácil extracción, era ni mas ni menos que el cráneo completo.
Tuvimos la buena ventura (TODOS) de que cerca del lugar vivía un investigador aficionado con profundísimo sentido ético-patrimonial que al dar cuenta de lo que había sucedido inmediatamente se dirigió a el lugar. Lamentablemente tuvo que rescatar lo que podría haber sido el cráneo mas completo de un Mastodonte hallado en Uruguay, en cientos de fragmentos literalmente destrozado. Aún así, los colmillos (únicas piezas que se habían salvado), tuvieron que ser recuperadas a través de un trueque entre dichos colmillos y una bolsa repleta de astillas fósiles, ya que dicho pescador quería algo a cambio.
La Paleontología nacional comenzó desde un sentimiento pasional por parte de pioneros que dieron cuenta de que TENEMOS una historia que contar y proteger. Mencionando desde nuestra mas profunda humildad pero nuestro mayor orgullo, personas como el Doctor Bautista Rebuffo y el Profesor Armando Calcaterra, estos grandes visionarios comenzaron a sembrar una disciplina desde su propia pasión, que extendieron en forma ardua pero con el convencimiento de que estaban haciendo lo correcto para con nuestra ciencia y cultura; a esto le llamamos un sentido ético-patrimonial. Sin contar con el equipamiento e información de la cual los investigadores actuales disponen, dedicaban tenazmente largas jornadas de extracción, determinación, clasificación y un estudio permanente de textos en su mayoría (sino todos) del extranjero. Aunque lo fundamental fue su legado no solo en material científico, sino en SER verdaderos ejemplos a seguir, pues dedicaron prácticamente su vida a la preservación y difusión de una parte de nuestro pasado muchas veces, paradójicamente olvidado.
En los tiempos actuales somos muchos los que defendemos ese sentido ético-patrimonial, pero lamentablemente aun existen aquellos que no.
No es poco frecuente que alguna persona observe una pieza paleontológica y pregunte “¿cuánto vale?”, partiendo de esa base podríamos perfectamente preguntarnos “¿cuánto vale ser uruguayo?” o “¿cuánto vale ser científico?”; sin lugar a dudas, es una pregunta paralógica, es decir, el caer en un sinsentido tan grande como cuestionarse “¿por que es día y no de noche?”.
Aún así, para colmo de males existe gente dedicada a tasar lo invaluable, y por ende a buscar rédito económico.
Por otra parte están aquellos individuos que sin buscar necesariamente ganancias de lo que nos pertenece a todos, obran sin escrúpulo alguno. Y es aquí en donde pretendemos generar una cierta conciencia. Han y siguen habiendo casos de lo que denominamos “predación”, es decir, que muchas veces frente a una pieza paleontológica, algunas personas se dejan llevar por el estímulo propio de la novedad sin tomar los recaudos pertinentes al caso. Esto puede deberse a dos causas, quien no conoce (y por eso insistimos en esto) que es lo que acaba de encontrar, y quien CONOCIENDO (el peor de los casos), actúa sin dar aviso a las autoridades de los ministerios departamentales o museos e inclusive sin dar aviso a nadie por la falsa idea de que eso que encontró puede dividirse en números o ser motivo de elogios a su persona.
Los resultados de estas actividades nos afectan a todos, pues contamos con profesionales muy capacitados a los cuales nos debemos en el sentido de que ellos tienen el conocimiento, la pasión y el sentido ético-profesional para dar el mejor futuro a tal o cual hallazgo, y a su vez, ellos mismos son los que a nos devuelven a nosotros como sociedad el conocimiento sobre esa determinada pieza de la cual todos tendríamos que sentirnos orgullosos.
Por ende, nosotros, investigadores aficionados, debemos tener esa conciencia similar a la ética profesional; nos referimos entonces a una ética del patrimonio, dando cuenta de este como un bien invaluable de todos nosotros.
Para terminar, queremos dejar una triste anécdota. Hace un tiempo, en un río del interior de nuestro país, un pescador observo dos “cuernos” sobresalir del agua, al acercarse esos cuernos le llamaron la atención y le resultaron atractivos; tomo su remo, destrozó lo que imposibilitaba sacar esos cuernos tan extraños, y una vez con ellos en su haber se retiro.
Resulta que no eran “cuernos raros”, se trataba de los colmillos de un Mastodonte (pariente prehistórico de los actuales elefantes), y eso que obstruía su fácil extracción, era ni mas ni menos que el cráneo completo.
Tuvimos la buena ventura (TODOS) de que cerca del lugar vivía un investigador aficionado con profundísimo sentido ético-patrimonial que al dar cuenta de lo que había sucedido inmediatamente se dirigió a el lugar. Lamentablemente tuvo que rescatar lo que podría haber sido el cráneo mas completo de un Mastodonte hallado en Uruguay, en cientos de fragmentos literalmente destrozado. Aún así, los colmillos (únicas piezas que se habían salvado), tuvieron que ser recuperadas a través de un trueque entre dichos colmillos y una bolsa repleta de astillas fósiles, ya que dicho pescador quería algo a cambio.
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